sábado, 21 de junio de 2008
Proceso de escritura del ensayo
No fue muy difícil seleccionar el tema para el ensayo final. Los límites en la ética del género crónica es una idea que estuvo presente en la reflexión que hice hace algún tiempo para ese bloque, aunque no fue desarrollado en su totalidad. Si bien una de las consignas para el ensayo era la preparación de una estructura, un planeamiento previo, no hice más que sentarme frente a mi computadora y comenzar a escribir al respecto. Dejé que los pensamientos fluyan y que la conexión de las citas se dieran de forma casi natural. Ninguna de las líneas eran planeadas, simplemente aparecían. Con el transcurrir de los párrafos fue confirmando que no sería posible encontrar una respuesta concretamente frente a esa problemática, ya que en cada una de las crónicas leídas en el marco del libro La argentina crónica, me presentaban diferentes visiones acerca de los límites éticos o morales de los periodistas que narraron esos hechos. Sin embargo, al reflexionar acerca de la forma en que yo misma habría escrito esa historia, me enfrentaba con un gran dilema. ¿Cómo contar esa misma historia de otra forma? ¿Cómo no caer en los mismos espacios comunes donde el relato no fuera atravesado por mi propia subjetividad? Frente a temas tan polémicos como fueron el caso de Romina Tejerina, el caso Poblete o Las hermanas satánicas, estas preguntas me fueron mucho más difíciles de responder. Sin embargo, esto no me sucedió al repensar crónicas como Operación Ja Ja o A caballo de la fe.
Esa moneda
Un ventanal envuelto con cortinas blancas y llenas de flores. El fuego de una vieja estufa da una sensación agradable a pesar del frío que puede sentirse a través de la ventana.
Mi madre se encuentra sentada frente a mí. Ni ella ni yo pronunciamos una sola palabra. La habitación parece conocida, se asemeja a aquella casa de mi infancia. Miro cada detalle para intentar comprender la escena, pero no lo logro. Tengo una profunda sensación de incertidumbre, no comprendo que hago allí, porqué regresé a ese lugar al que no quiero volver.
De repente aparece otro personaje al que no es posible verle el rostro, se encuentra de espaldas y con una capucha en su cabeza. Le pregunto a mi madre quién es ese hombre pero no me responde.
Comienzo a experimentar una gran angustia, un fuerte temor frente a esta situación tan confusa. El hombre continúa sin darse vuelta y mostrar su rostro a pesar de mi llamado. Observo detenidamente cada objeto tratando de identificar el lugar y de repente ya no parece ser la misma habitación. Esta vez se trata del living de mi nueva casa. Las paredes están pintadas de un color diferente pero aún así parece ser mi hogar. Un pequeño mueble lleno de retratos hace más familiar aún la habitación. Camino hacia esos cuadros para ver la imagen que hay en las fotos, pero no son aquellas que imaginé sino fotos de personas que no conozco. La escalera que conduce a las habitaciones se ve algo diferentes, sus escalones están cubiertos de una alfombra verde, como aquella que tenía cuando entre a la casa por primera vez.
Escucho ladridos de perros y me asomo por la ventana que se encuentra al final de la habitación. Busco a los animales pero no logro encontrarlos. De repente ya no se oyen y el silencio reina en el lugar. Dejo de mirar por la ventana y cuando giro mi cabeza me encuentro nuevamente con mi madre sentada en un extremo de la mesa junto a ese personaje misterioso al que no le he podido ver su rostro. Pregunto de quién se trata y esta vez recibo una respuesta de mi madre, que me dice que trata de mi hermano. ¿Qué hace ahí sentado y con esa capucha? Le pregunto. Me mira fijamente y sólo se sonríe. Dejo de sentir esa sensación de incertidumbre y el temor aumenta rápidamente. Comienzo a pronunciar el nombre de mi hermano repetidamente hasta que logro que gire su cabeza. Esta vez sí puedo verle el rostro y compruebo que se trata de él, aunque al parecer unos años más joven de lo que es actualmente. ¿Qué haces así? Le pregunto. “Mirá como me destrozaron la moneda” me dice. Su respuesta no hace más que confundirme. Sigo sin entender lo que sucede. ¿Qué moneda? ¿De qué hablas? Abre su mano y me muestra una moneda vieja, esas que ya no sirven y repite la misma frase “Mira como me destrozaron la moneda”. Trato de entender qué es lo que intenta decirme y miro a mi madre intentando encontrar respuesta, sin embargo sólo sonríe. La sensación de incertidumbre me invade. Me acerco a mi hermano y le repito “No te entiendo. ¿De qué hablas? Esa moneda no sirve. ¿Quién le hizo eso a la moneda? ¿Por qué estás así? Al no recibir respuestas, comienzo a ponerme nerviosa, su mirada me asusta. En ese mismo momento despierto con esa misma sensación de angustia, sin embargo comprendo la situación, se trataba sólo de un sueño.
Mi madre se encuentra sentada frente a mí. Ni ella ni yo pronunciamos una sola palabra. La habitación parece conocida, se asemeja a aquella casa de mi infancia. Miro cada detalle para intentar comprender la escena, pero no lo logro. Tengo una profunda sensación de incertidumbre, no comprendo que hago allí, porqué regresé a ese lugar al que no quiero volver.
De repente aparece otro personaje al que no es posible verle el rostro, se encuentra de espaldas y con una capucha en su cabeza. Le pregunto a mi madre quién es ese hombre pero no me responde.
Comienzo a experimentar una gran angustia, un fuerte temor frente a esta situación tan confusa. El hombre continúa sin darse vuelta y mostrar su rostro a pesar de mi llamado. Observo detenidamente cada objeto tratando de identificar el lugar y de repente ya no parece ser la misma habitación. Esta vez se trata del living de mi nueva casa. Las paredes están pintadas de un color diferente pero aún así parece ser mi hogar. Un pequeño mueble lleno de retratos hace más familiar aún la habitación. Camino hacia esos cuadros para ver la imagen que hay en las fotos, pero no son aquellas que imaginé sino fotos de personas que no conozco. La escalera que conduce a las habitaciones se ve algo diferentes, sus escalones están cubiertos de una alfombra verde, como aquella que tenía cuando entre a la casa por primera vez.
Escucho ladridos de perros y me asomo por la ventana que se encuentra al final de la habitación. Busco a los animales pero no logro encontrarlos. De repente ya no se oyen y el silencio reina en el lugar. Dejo de mirar por la ventana y cuando giro mi cabeza me encuentro nuevamente con mi madre sentada en un extremo de la mesa junto a ese personaje misterioso al que no le he podido ver su rostro. Pregunto de quién se trata y esta vez recibo una respuesta de mi madre, que me dice que trata de mi hermano. ¿Qué hace ahí sentado y con esa capucha? Le pregunto. Me mira fijamente y sólo se sonríe. Dejo de sentir esa sensación de incertidumbre y el temor aumenta rápidamente. Comienzo a pronunciar el nombre de mi hermano repetidamente hasta que logro que gire su cabeza. Esta vez sí puedo verle el rostro y compruebo que se trata de él, aunque al parecer unos años más joven de lo que es actualmente. ¿Qué haces así? Le pregunto. “Mirá como me destrozaron la moneda” me dice. Su respuesta no hace más que confundirme. Sigo sin entender lo que sucede. ¿Qué moneda? ¿De qué hablas? Abre su mano y me muestra una moneda vieja, esas que ya no sirven y repite la misma frase “Mira como me destrozaron la moneda”. Trato de entender qué es lo que intenta decirme y miro a mi madre intentando encontrar respuesta, sin embargo sólo sonríe. La sensación de incertidumbre me invade. Me acerco a mi hermano y le repito “No te entiendo. ¿De qué hablas? Esa moneda no sirve. ¿Quién le hizo eso a la moneda? ¿Por qué estás así? Al no recibir respuestas, comienzo a ponerme nerviosa, su mirada me asusta. En ese mismo momento despierto con esa misma sensación de angustia, sin embargo comprendo la situación, se trataba sólo de un sueño.
La ética y la moral en la crónica
Importantes debates surgen alrededor de los límites éticos que debe tener quien investiga acerca de una historia para luego plasmarla en el marco de una crónica.
Mi intención en las próximas líneas no será resolver este interrogante, sino por el contrario, plantear distintas posiciones polémicas al respecto para alimentar aún más esta discusión.
El periodista Gonzalo Sanchez, quien escribió la crónica titulada Los dueños del fin del mundo, en el libro La Argentina Crónica, Historias reales de un país al límite; responde acerca de cuáles son los límites éticos o metodológicos a la hora de investigar una historia para contarla, “No matarás”. Uno puede preguntarse entonces, qué cantidad de cosas es capaz de hacer este periodista para recaudar información para una crónica. ¿Acaso mentir, engañar, robar, no son límites que todo periodista debería tener? En la respuesta de Sanchez parecen no estar incluidos estos actos como acciones faltas de ética.
En otra esfera, Carolina Reymúndez, una licenciada en Ciencias de la Comunicación y escritora de la crónica Operación Ja Ja, en el mismo libro, contesta frente a esta pregunta “Creo que en la crónica periodística no existen límites establecidos ni soluciones exactas, como en las matemáticas. Cada cronista maneja sus propios límites cuando escribe y, por lo general, son los mismos que usa para su vida. Esta respuesta traería aparejado un conflicto con lo respondido por Gonzalo Sanchez, ya que si la frontera para éste estará dada por la ética que utiliza en su vida, “no matarás”, parece ser un tope demasiado amplio.
Una respuesta similar a la de Reymúndez, nos da Josefina Licitra, quien es responsable de la crónica llamada Y parirás con dolor, que relata nada menos que una de las historias más polémicas de la Argentina, acerca del caso de Romina Tejerina, una joven nacida en la provincia de Jujuy que mató de diecisiete puñaladas a su bebé recién nacido, el cual era producto de una presunta violación. Ella nos dice “Existen los mismo límites que uno se impone en la vida diaria. La ética es personal, y uno la lleva consigo al trabajo. Creo que lo más importante es no escribir para hacer daño, sino para contar una historia. Y después, sí, para ser fiel a la historia quizás haya que traicionar a los protagonistas (no decir lo que ellos esperan que digamos), pero no creo que eso sea repudiable. Hay, en el periodismo, y aunque parezca contradictorio, una ética de la traición que es bastante saludable.
Vuelvo al mismo punto de conflicto entonces, si la ética del cronista estará dada por los mismos límites utilizados en su vida personal, Licitra nos está diciendo que considera éticamente correcto contar un secreto que le ha confiado un amigo y que espera no revele. O bien, no decir aquello que ese amigo espera que él cuente. Por otra parte, nos enfrentamos a una contradicción en su respuesta, ya que por un lado considera que no debería ser repudiable el hecho de traicionar a los protagonistas de una historia, y al mismo tiempo sostiene que lo más importante es no escribir para hacer daño.
¿No es hacer daño hacer pública información que estos personajes desean que no sea revelada?
Sin embargo, esto puede ser enmarcado en lo que nos dice la escritora Ana María Amar Sanchez en su libro El relato de los hechos, cuando sostiene que lo real resulta siempre “traicionado” por el texto y que no es posible “reproducir fielmente” los hechos: la manera de organizar, recortar y seleccionar el material y que en todos los casos esto constituirán un modo de acercamiento y sólo una versión de los hechos.
Hernan Brienza, quien escribió la crónica A caballo de la fe, es quizás aún más tajante en su respuesta en cuanto a los límites éticos, cuando responde “Definitivamente ninguno. No hay otro límite que el que uno decide ponerse. Es una conversación de uno con su propio estómago” Si continuamos con la misma línea de reflexión, acerca de las limitaciones y su semejanza con las que cada uno usa en su propia vida, es un tanto difícil pensar en que ese límite sólo estará dado por lo que uno decide, desconociendo así cuestiones universales.
Sin embargo, en este punto no debemos olvidarnos de cual es la definición de la palabra ética, la cual proviene del griego ethos, que significa costumbre. Y allí es donde nos metemos aún más en el debate acerca de este tema, es decir, de cuáles son las “costumbres” dentro del ámbito periodístico, de querer acotarlo, entre los cronistas argentinos. Quizás la falta de orilla en la investigación periodística, y en la forma de contar la historia sea lo “normal”, lo políticamente correcto dentro del género. A su vez, es necesario diferenciar la ética de la moral, ya que en este último caso nos referimos a un conjunto de normas que se transmiten de generación en generación y que no siempre se asemejan a las normas de otras sociedades. Mientras que la ética estará más asociada con reglas establecidas en la mentalidad de cada individuo.
Desde esta diferenciación es posible sostener que lo que existe en realidad es una disputa entre la moral de quien investiga y la del lector, que no siempre irán de la mano. A partir de esto que encontraremos respuestas como la dada por el periodista Pablo Plotkin que dice “Los límites que indiquen la sensibilidad y la honestidad del narrador (…)” Es decir, esto no significa que deberá coincidir necesariamente con la ética del lector.
Juan José Saer dice en su artículo llamado El concepto de ficción que aún cuando exista una real intención de veracidad existirán obstáculos para lograr una plena objetividad, ya que nuestro relato siempre estará sujeto a la autenticidad de nuestras fuentes y a nuestro criterio interpretativo. Esta falta de objetividad también la experimentaremos como lectores de esas historias y de allí que surgirán inevitablemente, y especial frente aquellos casos que son puesto bajo la lupa de la opinión pública, debates acerca de la moral de quien es encargado de relatar ese suceso.
Algo más alejado de las respuestas presentadas hasta aquí, es la que da el periodista Emilio Fernández Cicco autor de En campaña con Duhalde y Ortega, “El dilema de los limites es terreno de la justicia. Y de los puños”, mostrando así que sus relatos no se verán acotados por ningún tipo de normativa.
Por último debo citar los dichos del escritor Esteban Schmidt quien dice al respecto “El límite más obvio en la Argentina es que nadie, ninguna empresa, ninguna cooperativa u ONG para el tiempo que lleva hacer las cosas. Eso en principio limita mucho la agenda porque los periodistas pueden narrar sobre una muy escasa gama de posibilidades, siempre atada además a no complicar la relación de esos medios con los anunciantes. Una de las derivaciones éticas que esto tiene es que los medios naturalizaron las crónicas sobre la miseria (…)
Nos encontramos con un debate más profundo aún, no sólo en lo referido a los límites morales de quien investiga acerca de una historia para luego relatarla mediante una crónica, sino de quienes manejan el negocio del periodismo y que en muchas ocasiones son los que le ponen las limitaciones acerca de lo que puede o debe ser investigado. Algo que no siempre se tiene en cuenta a la hora de leer una crónica, la cual queda asociada de forma directa con quien la escribió.
Por último creo que es necesario ver otra de las aristas de la problemática planteada y tiene que ver con la ética o moral del suceso y los protagonistas propios de cada historia. Esto muchas veces queda desdibujado en el cuestionamiento realizado acerca de quien relata el hecho. Volviendo a uno de los periodistas citados, en este caso la autora de Y parirás con dolor, Josefina Licitra, la cual escribe acerca del caso Romina Tejerina, no hace más que relatar un suceso espeluznante sucedido hacia algunos años en el norte argentino. Quizás sea más sencillo detenernos en cuestionar los límites éticos o morales del relato, sin embargo, la cronista no hace más que relatar un hecho real, el asesinato de un recién nacido por parte de su madre, que fue presuntamente violada por su vecino a la salida de un boliche del pueblo. Me pregunto entonces, si es posible relatar una historia de estas características de alguna otra forma, que no sea simplemente contando los sucedido. Me pregunto, si los límites éticos pueden ser analizados a partir de quien relata o si en realidad debemos analizarlos a partir de los protagonistas de la historia.
En cualquier de los dos casos, es decir, tanto si nos referimos a la ética como un conjunto de normas creadas por la mente de cada individuo. O si nos referimos a la moral, al grupo de leyes estipuladas por cada sociedad. En ambos casos, será muy difícil arribar a una verdad absoluta acerca de cuáles son los límites sean éticos o morales al momento de investigar, de relatar una historia. Simplemente porque los puntos de vistas serán tantos como protagonistas y lectores existan. Cada uno de acuerdo a su historia, a sus costumbres y a su ideología, estará o no de acuerdo con ello. E incluso una misma persona en el transcurso de su vida y a través de sus propias vivencias, experimentará cambios en su modo de ver e interpretar un relato. Del mismo modo, un escritor, un periodista ampliará o reducirá sus limitaciones en distintas etapas de existencia.
¿Qué límites éticos existen a la hora de investigar una historia para contarla entonces? Dependerá de cada sociedad, de cada narrador, de cada protagonista y por qué no, de cada lector.
Bibliografia
Mi intención en las próximas líneas no será resolver este interrogante, sino por el contrario, plantear distintas posiciones polémicas al respecto para alimentar aún más esta discusión.
El periodista Gonzalo Sanchez, quien escribió la crónica titulada Los dueños del fin del mundo, en el libro La Argentina Crónica, Historias reales de un país al límite; responde acerca de cuáles son los límites éticos o metodológicos a la hora de investigar una historia para contarla, “No matarás”. Uno puede preguntarse entonces, qué cantidad de cosas es capaz de hacer este periodista para recaudar información para una crónica. ¿Acaso mentir, engañar, robar, no son límites que todo periodista debería tener? En la respuesta de Sanchez parecen no estar incluidos estos actos como acciones faltas de ética.
En otra esfera, Carolina Reymúndez, una licenciada en Ciencias de la Comunicación y escritora de la crónica Operación Ja Ja, en el mismo libro, contesta frente a esta pregunta “Creo que en la crónica periodística no existen límites establecidos ni soluciones exactas, como en las matemáticas. Cada cronista maneja sus propios límites cuando escribe y, por lo general, son los mismos que usa para su vida. Esta respuesta traería aparejado un conflicto con lo respondido por Gonzalo Sanchez, ya que si la frontera para éste estará dada por la ética que utiliza en su vida, “no matarás”, parece ser un tope demasiado amplio.
Una respuesta similar a la de Reymúndez, nos da Josefina Licitra, quien es responsable de la crónica llamada Y parirás con dolor, que relata nada menos que una de las historias más polémicas de la Argentina, acerca del caso de Romina Tejerina, una joven nacida en la provincia de Jujuy que mató de diecisiete puñaladas a su bebé recién nacido, el cual era producto de una presunta violación. Ella nos dice “Existen los mismo límites que uno se impone en la vida diaria. La ética es personal, y uno la lleva consigo al trabajo. Creo que lo más importante es no escribir para hacer daño, sino para contar una historia. Y después, sí, para ser fiel a la historia quizás haya que traicionar a los protagonistas (no decir lo que ellos esperan que digamos), pero no creo que eso sea repudiable. Hay, en el periodismo, y aunque parezca contradictorio, una ética de la traición que es bastante saludable.
Vuelvo al mismo punto de conflicto entonces, si la ética del cronista estará dada por los mismos límites utilizados en su vida personal, Licitra nos está diciendo que considera éticamente correcto contar un secreto que le ha confiado un amigo y que espera no revele. O bien, no decir aquello que ese amigo espera que él cuente. Por otra parte, nos enfrentamos a una contradicción en su respuesta, ya que por un lado considera que no debería ser repudiable el hecho de traicionar a los protagonistas de una historia, y al mismo tiempo sostiene que lo más importante es no escribir para hacer daño.
¿No es hacer daño hacer pública información que estos personajes desean que no sea revelada?
Sin embargo, esto puede ser enmarcado en lo que nos dice la escritora Ana María Amar Sanchez en su libro El relato de los hechos, cuando sostiene que lo real resulta siempre “traicionado” por el texto y que no es posible “reproducir fielmente” los hechos: la manera de organizar, recortar y seleccionar el material y que en todos los casos esto constituirán un modo de acercamiento y sólo una versión de los hechos.
Hernan Brienza, quien escribió la crónica A caballo de la fe, es quizás aún más tajante en su respuesta en cuanto a los límites éticos, cuando responde “Definitivamente ninguno. No hay otro límite que el que uno decide ponerse. Es una conversación de uno con su propio estómago” Si continuamos con la misma línea de reflexión, acerca de las limitaciones y su semejanza con las que cada uno usa en su propia vida, es un tanto difícil pensar en que ese límite sólo estará dado por lo que uno decide, desconociendo así cuestiones universales.
Sin embargo, en este punto no debemos olvidarnos de cual es la definición de la palabra ética, la cual proviene del griego ethos, que significa costumbre. Y allí es donde nos metemos aún más en el debate acerca de este tema, es decir, de cuáles son las “costumbres” dentro del ámbito periodístico, de querer acotarlo, entre los cronistas argentinos. Quizás la falta de orilla en la investigación periodística, y en la forma de contar la historia sea lo “normal”, lo políticamente correcto dentro del género. A su vez, es necesario diferenciar la ética de la moral, ya que en este último caso nos referimos a un conjunto de normas que se transmiten de generación en generación y que no siempre se asemejan a las normas de otras sociedades. Mientras que la ética estará más asociada con reglas establecidas en la mentalidad de cada individuo.
Desde esta diferenciación es posible sostener que lo que existe en realidad es una disputa entre la moral de quien investiga y la del lector, que no siempre irán de la mano. A partir de esto que encontraremos respuestas como la dada por el periodista Pablo Plotkin que dice “Los límites que indiquen la sensibilidad y la honestidad del narrador (…)” Es decir, esto no significa que deberá coincidir necesariamente con la ética del lector.
Juan José Saer dice en su artículo llamado El concepto de ficción que aún cuando exista una real intención de veracidad existirán obstáculos para lograr una plena objetividad, ya que nuestro relato siempre estará sujeto a la autenticidad de nuestras fuentes y a nuestro criterio interpretativo. Esta falta de objetividad también la experimentaremos como lectores de esas historias y de allí que surgirán inevitablemente, y especial frente aquellos casos que son puesto bajo la lupa de la opinión pública, debates acerca de la moral de quien es encargado de relatar ese suceso.
Algo más alejado de las respuestas presentadas hasta aquí, es la que da el periodista Emilio Fernández Cicco autor de En campaña con Duhalde y Ortega, “El dilema de los limites es terreno de la justicia. Y de los puños”, mostrando así que sus relatos no se verán acotados por ningún tipo de normativa.
Por último debo citar los dichos del escritor Esteban Schmidt quien dice al respecto “El límite más obvio en la Argentina es que nadie, ninguna empresa, ninguna cooperativa u ONG para el tiempo que lleva hacer las cosas. Eso en principio limita mucho la agenda porque los periodistas pueden narrar sobre una muy escasa gama de posibilidades, siempre atada además a no complicar la relación de esos medios con los anunciantes. Una de las derivaciones éticas que esto tiene es que los medios naturalizaron las crónicas sobre la miseria (…)
Nos encontramos con un debate más profundo aún, no sólo en lo referido a los límites morales de quien investiga acerca de una historia para luego relatarla mediante una crónica, sino de quienes manejan el negocio del periodismo y que en muchas ocasiones son los que le ponen las limitaciones acerca de lo que puede o debe ser investigado. Algo que no siempre se tiene en cuenta a la hora de leer una crónica, la cual queda asociada de forma directa con quien la escribió.
Por último creo que es necesario ver otra de las aristas de la problemática planteada y tiene que ver con la ética o moral del suceso y los protagonistas propios de cada historia. Esto muchas veces queda desdibujado en el cuestionamiento realizado acerca de quien relata el hecho. Volviendo a uno de los periodistas citados, en este caso la autora de Y parirás con dolor, Josefina Licitra, la cual escribe acerca del caso Romina Tejerina, no hace más que relatar un suceso espeluznante sucedido hacia algunos años en el norte argentino. Quizás sea más sencillo detenernos en cuestionar los límites éticos o morales del relato, sin embargo, la cronista no hace más que relatar un hecho real, el asesinato de un recién nacido por parte de su madre, que fue presuntamente violada por su vecino a la salida de un boliche del pueblo. Me pregunto entonces, si es posible relatar una historia de estas características de alguna otra forma, que no sea simplemente contando los sucedido. Me pregunto, si los límites éticos pueden ser analizados a partir de quien relata o si en realidad debemos analizarlos a partir de los protagonistas de la historia.
En cualquier de los dos casos, es decir, tanto si nos referimos a la ética como un conjunto de normas creadas por la mente de cada individuo. O si nos referimos a la moral, al grupo de leyes estipuladas por cada sociedad. En ambos casos, será muy difícil arribar a una verdad absoluta acerca de cuáles son los límites sean éticos o morales al momento de investigar, de relatar una historia. Simplemente porque los puntos de vistas serán tantos como protagonistas y lectores existan. Cada uno de acuerdo a su historia, a sus costumbres y a su ideología, estará o no de acuerdo con ello. E incluso una misma persona en el transcurso de su vida y a través de sus propias vivencias, experimentará cambios en su modo de ver e interpretar un relato. Del mismo modo, un escritor, un periodista ampliará o reducirá sus limitaciones en distintas etapas de existencia.
¿Qué límites éticos existen a la hora de investigar una historia para contarla entonces? Dependerá de cada sociedad, de cada narrador, de cada protagonista y por qué no, de cada lector.
Bibliografia
- La argentina crónica. Historias reales de un país al límite. Selección de Maximiliano Tomas. Prólogo de Martín Caparrós.
- AMAR SÁNCHEZ, Ana María, “El género de no ficción: un campo problemático” en El relato de los hechos. Rodolfo Walsh: testimonio y escritura.
- SAER, Juan José, “El concepto de ficción”, en El concepto de ficción, Buenos Aires, Ariel, 1996.
lunes, 16 de junio de 2008
Memoria de un espacio.
Esa vieja casa
Las paredes agrietadas sostienen aquella vieja casa. Las maderas con un tímido barniz ocultan la humedad de los cimientos y debajo de ellas cientos de recuerdos de aquellas manos que una vez colocaron cada uno de sus ladrillos.
El viento se cuela por los espacios vacíos de aquella puerta, mientras tanto aquel hombre permanece sentado en la vereda viendo a la gente pasar con sus compras de domingo.
El sonido de las oscuras baldosas rompe el silencio que hace años no existió, mientras el tiempo es marcado por el sonido de un reloj colocado sobre aquel lintel. El hombre ingresa a la casa y el olor a tabaco rodea toda la habitación. El sonido de cada pitada va al compás del viejo reloj. Sigue caminando, cruza la casa con sus habitaciones convertidas en laberintos. Allí está el patio donde aquella niñez de antaño permanece impregnada en sus rincones. Un banco de madera con los clavos fuera de lugar parece ser el sillón más cómodo. El humo del asado de cada domingo me rodea, mientras tanto los gorriones cantan como lo hicieron siempre, parecen no saber que una ausencia nos invade.
Miro a mi alrededor, mientras escucho el ladrido de esos perros de la infancia. La imagen de ese hombre de ojos claros y mirada triste ha desaparecido. Las páginas de aquel viejo diario vuelan por el patio. Ya no tiene quien los lea. El banco de manera se encuentra vacío y el ladrido de los perros se ha callado.
La lluvia hace rechinar las viejas chapas que recubren la morada. Corro hacia la casa y cuando ingreso me convierto en esa niña que una vez fui. Vuelvo a sentir el aroma del tabaco que ya no está y busco en el silencio esa voz ronca que no se oye. Camino hacia la ventana y busco aquel hombre sentado en la vereda pero ya no está. El silencio de la muerte invade aquella casa y sus paredes parecen cada vez más agrietadas. Grito con todas mis fuerzas pero nadie me oye. Las habitaciones han cambiado, o quizás sean las mismas pero se ven vacías. Busco en esa silla, la que se encuentra en el extremo de la mesa, pero no hay nadie sentado en ella. Pienso que quizás haya llegado la hora la siesta, la de todos los domingos, pero no hay nadie en esa cama.
Las paredes continúan agrietadas y recubiertas de madera. El techo continúa en su lugar y ese banco todavía está en aquel patio, sin embargo esa casa ya no es la misma. Nunca lo será.
Las paredes agrietadas sostienen aquella vieja casa. Las maderas con un tímido barniz ocultan la humedad de los cimientos y debajo de ellas cientos de recuerdos de aquellas manos que una vez colocaron cada uno de sus ladrillos.
El viento se cuela por los espacios vacíos de aquella puerta, mientras tanto aquel hombre permanece sentado en la vereda viendo a la gente pasar con sus compras de domingo.
El sonido de las oscuras baldosas rompe el silencio que hace años no existió, mientras el tiempo es marcado por el sonido de un reloj colocado sobre aquel lintel. El hombre ingresa a la casa y el olor a tabaco rodea toda la habitación. El sonido de cada pitada va al compás del viejo reloj. Sigue caminando, cruza la casa con sus habitaciones convertidas en laberintos. Allí está el patio donde aquella niñez de antaño permanece impregnada en sus rincones. Un banco de madera con los clavos fuera de lugar parece ser el sillón más cómodo. El humo del asado de cada domingo me rodea, mientras tanto los gorriones cantan como lo hicieron siempre, parecen no saber que una ausencia nos invade.
Miro a mi alrededor, mientras escucho el ladrido de esos perros de la infancia. La imagen de ese hombre de ojos claros y mirada triste ha desaparecido. Las páginas de aquel viejo diario vuelan por el patio. Ya no tiene quien los lea. El banco de manera se encuentra vacío y el ladrido de los perros se ha callado.
La lluvia hace rechinar las viejas chapas que recubren la morada. Corro hacia la casa y cuando ingreso me convierto en esa niña que una vez fui. Vuelvo a sentir el aroma del tabaco que ya no está y busco en el silencio esa voz ronca que no se oye. Camino hacia la ventana y busco aquel hombre sentado en la vereda pero ya no está. El silencio de la muerte invade aquella casa y sus paredes parecen cada vez más agrietadas. Grito con todas mis fuerzas pero nadie me oye. Las habitaciones han cambiado, o quizás sean las mismas pero se ven vacías. Busco en esa silla, la que se encuentra en el extremo de la mesa, pero no hay nadie sentado en ella. Pienso que quizás haya llegado la hora la siesta, la de todos los domingos, pero no hay nadie en esa cama.
Las paredes continúan agrietadas y recubiertas de madera. El techo continúa en su lugar y ese banco todavía está en aquel patio, sin embargo esa casa ya no es la misma. Nunca lo será.
Notas de lector. Cuentos de Carver
En los cuentos de Carver nos encontraremos con diálogos comunes que en una primera impresión parecerían no tratar temas importantes. Sin embargo, en una segunda lectura nos daremos cuenta que no es así, a pesar de referirse a situaciones cotidianas o comunes, como puede ser la borrachera de un hombre bebiendo solo en su casa, con un grupo de amigos, o incluso de desconocidos.
Nota de lector. Nota al pie
Tal como lo dice su título las notas al pie en este relato tendrán una gran importancia dentro de la historia, al referirse a fragmento de una carta escrita por uno de los personajes centrales, que ha decidido concluir con su vida. El destinatario de esta carta no es otro que el hombre de una editorial que lo contrató hace algún tiempo y gracias a quien pudo dejar de lado su trabajo en la gomería. En este punto, volverán a recobrar importancia las notas al pie, ya que el haber sido borradas por el editor, es algo que el protagonista de este cuento jamás pudo perdonar.
Nota de lector. Oficios terrestres
En este cuento nos enfrentaremos a dos historias, ambas desarrolladas en el marco de un colegio de internados que se encuentra fuera de la ciudad. La historia número 1 estará dada por el relato de la fiesta que se dará en esta institución. La segunda historia, estará protagonizada por la sensación de soledad que estos niños huérfanos experimentan diariamente. Los Oficios Terrestres nos muestra la mirada de un grupo de niños, que a partir de la pérdida de sus padres se ven obligados a enfrentarse con responsabilidades y situaciones que no son habituales a su edad. El relato de esa fiesta nos muestra un momento de gran felicidad para esos niños, algo que no viven a diario y el final de ese día, narrado a partir del recorrido de dos chicos llevando un cajón repleto de basura, representa el fin de ese momento lleno de alegrías.
Nota de lector. Fotos
El cuento se encuentra atravesado por diferentes géneros como por ejemplo el epistolar que encontramos en el párrafo número ocho cuando se relata la carta que le escribe Estela a su hermano.
A continuación encontramos un fragmento de enseñanza, cuando se cuenta brevemente la vida de Lugones y en ese mismo párrafo se muestra cuál es el tema central en el cuento, la pregunta acerca de qué es el arte.
Más adelante, en el punto número doce, tenemos un fragmento de una poesía, o del proceso de escritura de ella.
Por último, también encontramos fragmentos del diario La Tribuna, y queda marcada la relación de clases sociales con el mismo.
La primer parte de la narración será realizada en tiempo pasado, sin embargo en el párrafo número dieciséis aparecerá el tiempo presente en el mismo.
A continuación encontramos un fragmento de enseñanza, cuando se cuenta brevemente la vida de Lugones y en ese mismo párrafo se muestra cuál es el tema central en el cuento, la pregunta acerca de qué es el arte.
Más adelante, en el punto número doce, tenemos un fragmento de una poesía, o del proceso de escritura de ella.
Por último, también encontramos fragmentos del diario La Tribuna, y queda marcada la relación de clases sociales con el mismo.
La primer parte de la narración será realizada en tiempo pasado, sin embargo en el párrafo número dieciséis aparecerá el tiempo presente en el mismo.
Nota de lector. Esa mujer
El relato está basando en una entrevista que el autor le realiza a “ese coronel de apellido alemán”. El autor comienza marcando la insignificancia de aquella mujer en su vida a la cual se referirán en la charla, sin embargo con el transcurrir del diálogo esa poca importancia no parece ser tal.
Realiza una descripción detallista, tanto del entrevistado y sus aparentes sensaciones, como del lugar en el que se encuentra.
Durante toda la narración el escritor mantiene el misterio acerca de los personajes, no dando más detalles cuando se refiere a “esos roñosos” o incluso al referirse a “esa mujer”. Lo que lleva a que el lector pudiera pensar que esa mujer es cualquier mujer y no aquella figura tan importante en la historia argentina.
Hay varios detalles en el relato que no permite definir si se trata de una historia ficcional, un hecho real o una mezcla de ambos.
Realiza una descripción detallista, tanto del entrevistado y sus aparentes sensaciones, como del lugar en el que se encuentra.
Durante toda la narración el escritor mantiene el misterio acerca de los personajes, no dando más detalles cuando se refiere a “esos roñosos” o incluso al referirse a “esa mujer”. Lo que lleva a que el lector pudiera pensar que esa mujer es cualquier mujer y no aquella figura tan importante en la historia argentina.
Hay varios detalles en el relato que no permite definir si se trata de una historia ficcional, un hecho real o una mezcla de ambos.
Nota de lector. El hombre que ríe
El cuento es relatado en tiempo pasado por un niño de nueve años, que nos cuenta su experiencia como integrante del Club de los Comanches y la historia de “El Jefe” John Gedsudki, quien los transportaba en un micro por las calles de New York. Este es uno de los personajes principales en la historia, ya que es el encargado de relatarle, a ese niño y el resto del grupo las historias acerca de El hombre que ríe, un súper-héroe. Más adelante en el cuento aparecerá un , se trata de la novia del Jefe, y al parecer la relación de ambos y la posterior ruptura tendrán mucho que ver con el final del relato que este hombre les narraba a diario a esos niños, convirtiéndose en una segunda historia dentro del propio cuento.
Nota de lector. Un día perfecto para el pez banana
El cuento es contado totalmente en tiempo pasado y se destaca una gran diferencia entre el principio y el final del mismo. En un comienzo la historia se basa en una simple conversación entre el personaje llamado Muriel y su madre, una charla que podríamos encontrar en cualquier familia tipo, con conflictos típicos. Con el transcurrir de la historia se genera una intriga acerca del esposo de Muriel, Seymour; sobre quien se deja entrever un problema psicológico como consecuencia de la guerra en la cual participó y de la que no se da demasiado detalle.
Al aproximarse el final del cuento habrá un cambio de escenario y de velocidad en la forma de contar la historia, llegando al punto culmine del suicido de Seymour sin dar demasiado detalle del contexto en el que esto sucede.
Al aproximarse el final del cuento habrá un cambio de escenario y de velocidad en la forma de contar la historia, llegando al punto culmine del suicido de Seymour sin dar demasiado detalle del contexto en el que esto sucede.
Reflexión discurso narrativo
A diferencia de la crónica, el discurso narrativo puede contar hechos reales o imaginarios e incluso ambas situaciones pueden encontrarse en una misma narración. Uno de los personajes más importantes dentro del género, sin duda es el narrador. Walter Benjamín nos dice con respecto a este punto, que está figura está prácticamente en extinción, siendo cada vez más difícil encontrar a alguien capaz de narrarnos algo. El mismo autor añade “el que narra es un hombre que tiene consejos para el que escucha. Y aunque hoy el «saber consejo» nos suene pasado de moda, eso se debe a la circunstancia de una menguante comunicabilidad de la experiencia”. No será fácil refutar este argumento ya que no hay dudas que con el correr de los años se ha perdido esa vieja costumbre, mucho más común entre la gente de campo, de transmitir experiencias a través de la narración de historias, en general, por parte de las personas mayores del pueblo o de la propia familia.
En contraste Alvarado y Yeannoteguy indican que no hay cultura que no organice el conocimiento en forma narrativa y no lo transmita a través de los relatos.
Por otra parte, Jerome Bruner sostiene que la narrativa es una dialéctica entre lo que se esperaba y lo que sucedió, entre lo previsible y lo excitante, entre lo canónico y lo posible, entre la memoria y la imaginación.
Acerca del cuento, Ricardo Piglia nos dice que siempre se contarán dos historias y que cada cuento es un relato que encierra un relato secreto.
Otra de las características del discurso narrativo, es la de contar los hechos de una forma más o menos organizada pudiendo ser contada en primer, segunda o tercera persona. Walter Benjamín, nos dice que narrar historias siempre ha sido el arte de seguir contándolas y este arte se pierde si ya no hay capacidad de retenerlas y casi nada de lo que acontece beneficia a la narración y casi todo a la información. Punto con el que muchos podemos estar de acuerdo.
En contraste Alvarado y Yeannoteguy indican que no hay cultura que no organice el conocimiento en forma narrativa y no lo transmita a través de los relatos.
Por otra parte, Jerome Bruner sostiene que la narrativa es una dialéctica entre lo que se esperaba y lo que sucedió, entre lo previsible y lo excitante, entre lo canónico y lo posible, entre la memoria y la imaginación.
Acerca del cuento, Ricardo Piglia nos dice que siempre se contarán dos historias y que cada cuento es un relato que encierra un relato secreto.
Otra de las características del discurso narrativo, es la de contar los hechos de una forma más o menos organizada pudiendo ser contada en primer, segunda o tercera persona. Walter Benjamín, nos dice que narrar historias siempre ha sido el arte de seguir contándolas y este arte se pierde si ya no hay capacidad de retenerlas y casi nada de lo que acontece beneficia a la narración y casi todo a la información. Punto con el que muchos podemos estar de acuerdo.
lunes, 19 de mayo de 2008
Crónica del humo
“Cortina de humo”
“El humo ahoga Buenos Aires”, este es sólo uno de los títulos que pudimos leer en los portales de los diarios argentinos a partir del jueves 17 de abril.
Como todos días, me levanté a las 6 de la mañana y luego de pelearme con las ganas de permanecer en mi cama me di cuenta que apenas faltaban dos días para el fin de semana. Eso me animó un poco, aunque sólo por un momento. Bajé las escaleras y me senté a tomar mi desayuno con esa rapidez que me permite salir en horario para intentar viajar sentada hasta el correo central. Prendo el televisor y me encuentro con el titular “Humo en la ciudad” en la pantalla del conocido canal de noticias TN.
-¿Viste el humo que hay afuera?
-No. Estarán exagerando como siempre
Esas fueron las únicas palabras que el sueño nos permitió cruzar con mi hermano en medio del desayuno.
Sin darle demasiada importancia, tomé mis cosas y salí de casa lista para comenzar mi jornada laboral.
Sin esperar demasiado tomé el colectivo que me llevaría directo a la Capital Federal, sólo pasaron unos pocos minutos y apenas subimos el acceso ubicado en el conocido triángulo de la localidad de Bernal, comienzo a mirar a mi alrededor y me doy cuenta que la visibilidad es casi nula. “No se ve nada, ¿viste?” escucho que una señora sentada justo frente a mi le comenta a un joven desconocido que se encontraba a su lado intentando leer un libro en medio de la oscuridad que rodeaba el colectivo. Mientras con su mano derecha trataba de sostenerse del asiento que estaba delante de él y hacía malabarismos para sujetar el libro con su mano izquierda, sólo asintió con su cabeza y demostró así sus pocas ganas de continuar con la conversación.
En ese instante prendí mi radio e intenté obtener más información acerca de lo que estaba pasando, sin embargo, eran varios los rumores acerca del verdadero origen de ese humo impenetrable que hacía imposible ver más allá del camino de la autopista. Embotellamiento de por medio sigo escuchando mi radio. Varios focos de incendios en el Delta escucho, rutas cortadas, caminos anegados, conflictos en el tránsito. Durante unos segundos me pregunto si ese no es el panorama al que estamos acostumbrados los habitantes del Gran Buenos Aires. Continué escuchando las noticias y me di cuenta que algo más estaba pasando, no se trataba simplemente de niebla, de los accidentes de todos los días o de los habituales cortes de ruta.
Mientras intento entender qué es lo que estaba sucediendo, bajé del colectivo y emprendí mi caminata hacia las cercanías del obelisco. Empecé a sentir un ardor en mi garganta y en mis ojos. La gente pasa a mi lado tosiendo y los murmullos acerca del extraño paisaje comienzan a escucharse en los alrededores del centro porteño. “No se puede respirar” le grita un hombre que se encontraba barriendo la vereda a otro que abría la puerta de un puesto de diario. “Que se yo que carajo esto. No se aguanta” le respondió mientras sacaba uno de los tantos candados que rodeaban las puertas del puesto.
Ingresé al edificio ubicado en Diagonal Norte y al entrar a la oficina me encuentré con un panorama inédito. Todo el lugar se encontraba atravesado por una espesa nube de humo que no permitía ver con claridad los carteles colgados en los techos y que provocaba que el ardor en los ojos fuera cada vez mayor.
Sin hacer demasiado comentario, teniendo en cuenta que era la primera persona en llegar a la oficina, me senté en mi escritorio y abrí la versión digital del “gran diario argentino”. El humo era generado por la quema de pastizales en el Delta y como consecuencia de ellos, varias rutas fueron cortadas, había caos en el tránsito y ya se habían generado accidentes con víctimas fatales. Los aeropuertos permanecían cerrados e incluso los micros no partían desde la terminal de Retiro.
El pronóstico no era nada alentador y ya comenzaban a circular comunicados del Gobierno que sencillamente decían no poder hacer nada para apagar la gran cantidad de focos de incendio. Por supuesto que no me generó ninguna sorpresa leer este comentario, por el contrario, no tardé mucho en pensar que tal vez el objetivo de los incendios no era solamente la quema de pastizales como parte de un ritual agrario. Me costaba creer que luego del gran conflicto que el Gobierno mantenía con la gente del campo desde hacía varios días, esto fuera una mera casualidad.
Continúe con mi jornada y cada vez se hacía más difícil respirar dentro de la oficina. Las quejas comenzaron a circular, sin embargo, continuamos trabajando como si nada sucediera. Cumplidas mis ocho horas, salí de la oficina y me encontré con un panorama peor aún del que viví durante la mañana. Las puntas de los edificios eran consumidos por el humo y el respirar se hacía un poco más difícil.
Desde ese momento y durante varios días, debimos vivir inmersos en una espesa nube de humo, la cual además de impedirnos respirar, tampoco nos permitió ver los verdaderos motivos de esa gran quema de pastizales.
“El humo ahoga Buenos Aires”, este es sólo uno de los títulos que pudimos leer en los portales de los diarios argentinos a partir del jueves 17 de abril.
Como todos días, me levanté a las 6 de la mañana y luego de pelearme con las ganas de permanecer en mi cama me di cuenta que apenas faltaban dos días para el fin de semana. Eso me animó un poco, aunque sólo por un momento. Bajé las escaleras y me senté a tomar mi desayuno con esa rapidez que me permite salir en horario para intentar viajar sentada hasta el correo central. Prendo el televisor y me encuentro con el titular “Humo en la ciudad” en la pantalla del conocido canal de noticias TN.
-¿Viste el humo que hay afuera?
-No. Estarán exagerando como siempre
Esas fueron las únicas palabras que el sueño nos permitió cruzar con mi hermano en medio del desayuno.
Sin darle demasiada importancia, tomé mis cosas y salí de casa lista para comenzar mi jornada laboral.
Sin esperar demasiado tomé el colectivo que me llevaría directo a la Capital Federal, sólo pasaron unos pocos minutos y apenas subimos el acceso ubicado en el conocido triángulo de la localidad de Bernal, comienzo a mirar a mi alrededor y me doy cuenta que la visibilidad es casi nula. “No se ve nada, ¿viste?” escucho que una señora sentada justo frente a mi le comenta a un joven desconocido que se encontraba a su lado intentando leer un libro en medio de la oscuridad que rodeaba el colectivo. Mientras con su mano derecha trataba de sostenerse del asiento que estaba delante de él y hacía malabarismos para sujetar el libro con su mano izquierda, sólo asintió con su cabeza y demostró así sus pocas ganas de continuar con la conversación.
En ese instante prendí mi radio e intenté obtener más información acerca de lo que estaba pasando, sin embargo, eran varios los rumores acerca del verdadero origen de ese humo impenetrable que hacía imposible ver más allá del camino de la autopista. Embotellamiento de por medio sigo escuchando mi radio. Varios focos de incendios en el Delta escucho, rutas cortadas, caminos anegados, conflictos en el tránsito. Durante unos segundos me pregunto si ese no es el panorama al que estamos acostumbrados los habitantes del Gran Buenos Aires. Continué escuchando las noticias y me di cuenta que algo más estaba pasando, no se trataba simplemente de niebla, de los accidentes de todos los días o de los habituales cortes de ruta.
Mientras intento entender qué es lo que estaba sucediendo, bajé del colectivo y emprendí mi caminata hacia las cercanías del obelisco. Empecé a sentir un ardor en mi garganta y en mis ojos. La gente pasa a mi lado tosiendo y los murmullos acerca del extraño paisaje comienzan a escucharse en los alrededores del centro porteño. “No se puede respirar” le grita un hombre que se encontraba barriendo la vereda a otro que abría la puerta de un puesto de diario. “Que se yo que carajo esto. No se aguanta” le respondió mientras sacaba uno de los tantos candados que rodeaban las puertas del puesto.
Ingresé al edificio ubicado en Diagonal Norte y al entrar a la oficina me encuentré con un panorama inédito. Todo el lugar se encontraba atravesado por una espesa nube de humo que no permitía ver con claridad los carteles colgados en los techos y que provocaba que el ardor en los ojos fuera cada vez mayor.
Sin hacer demasiado comentario, teniendo en cuenta que era la primera persona en llegar a la oficina, me senté en mi escritorio y abrí la versión digital del “gran diario argentino”. El humo era generado por la quema de pastizales en el Delta y como consecuencia de ellos, varias rutas fueron cortadas, había caos en el tránsito y ya se habían generado accidentes con víctimas fatales. Los aeropuertos permanecían cerrados e incluso los micros no partían desde la terminal de Retiro.
El pronóstico no era nada alentador y ya comenzaban a circular comunicados del Gobierno que sencillamente decían no poder hacer nada para apagar la gran cantidad de focos de incendio. Por supuesto que no me generó ninguna sorpresa leer este comentario, por el contrario, no tardé mucho en pensar que tal vez el objetivo de los incendios no era solamente la quema de pastizales como parte de un ritual agrario. Me costaba creer que luego del gran conflicto que el Gobierno mantenía con la gente del campo desde hacía varios días, esto fuera una mera casualidad.
Continúe con mi jornada y cada vez se hacía más difícil respirar dentro de la oficina. Las quejas comenzaron a circular, sin embargo, continuamos trabajando como si nada sucediera. Cumplidas mis ocho horas, salí de la oficina y me encontré con un panorama peor aún del que viví durante la mañana. Las puntas de los edificios eran consumidos por el humo y el respirar se hacía un poco más difícil.
Desde ese momento y durante varios días, debimos vivir inmersos en una espesa nube de humo, la cual además de impedirnos respirar, tampoco nos permitió ver los verdaderos motivos de esa gran quema de pastizales.
domingo, 18 de mayo de 2008
Historia de escritura Crónica
Son las 9 de la mañana y el termómetro marca 20 grados centígrados a pesar de estar transitando los últimos 15 días del mes de mayo. Abro la entrevista que le realicé a Claudia Ruiz Herrera, una "artista" performance hace ya varios días. El problema a tratar no fue difícil de decidir, sólo tuve que remontarme a aquella sensación que experimenté al momento de mantener la charla. El tema giró en torno a mi cuestionamiento acerca de esta disciplina y si es posible clasificarla como verdadero arte.
El primer dato que estaba seguro no debía faltar era el de la muestra realizada en Nicaragua, la que tuvo como resultado la muerte de un animal callejero. Creo que fue en ese momento donde el rechazo hacia este tipo de "arte" me fue inevitable.
Mientras pasaban las horas y la crónica avanzada tomé varios de los folletos que me entregó mi entrevistada y observé detenidamente las fotos de las performance. Hice todo mi esfuerzo para comprender lo que allí se quería mostrar, sin embargo no lo logré. ¿Qué significa un hombre lleno de barro?¿Es posible que una mujer colgada de un árbol tenga algún objetivo?
Luego de concluir mi crónica sin demasiado inconveniente recordé cual fue la consigna inicial de la entrevista, Arte y transformación e inmediatamente me pregunté ¿Es posible que el arte performance transforme algo en realidad?. No pude responder la pregunta.
lunes, 28 de abril de 2008
Entrevista Proyecto SOS Tierra
CLAUDIA RUIZ HERRERA:
UNA ARTISTA CON GRAN PERFORMANCE
Claudia Ruiz Herrera es creadora, docente e investigadora personal en historia del arte de performance y fotoperformance. Nació en 1975 en la localidad de Quilmes. Vive y enseña en Florencio Varela y desde 1985 expone sus obras en el país y en el extranjero. Formó parte del proyecto liderado por el artista Daniel Acosta, SOS Tierra, participó de varios encuentros internacionales de arte performance y coordinó la muestra de arte correo “Jorge Julio López, Aparición con vida. ¡Ya!.
-¿Podrías contarme que es el arte performance?
-El arte performance surge en las décadas del ‘60-‘70, y volvió en los noventa con mucha fuerza. En la mayoría de los casos es utilizado como respuesta a la performance de otros artistas o a artistas de otros géneros. También se utiliza para homenajear autores. En la performance se utiliza todo el cuerpo y por eso es más completo que la danza o el teatro. En realidad es una mezcla de ambos pero mucho más completo. Muchos artistas que vienen de la danza usan más el cuerpo en las muestras, porque tiene más flexibilidad; y los que vienen del teatro usan otros elementos y juegan más con el tema de las luces, los sonidos. Cuando hago performance pongo mi cuerpo ahí y me expreso, respondo a algo o me meto en algún tema que me interesa por algo
-¿Por qué elegiste el Arte Performance y no otra rama del arte para expresarte?
Para mí el arte performance es mi forma de vida, no contemplo mi vida sin la performance. Es diferente a la pintura o la escultura, eso es algo que uno hace y así queda, pero la performance es algo vivo, algo que surge en el momento y es imposible de repetir. Para darte un ejemplo, hace un tiempo hice una performance en repudio a un artista de Nicaragua, Guillermo Vargas que en una presentación que se llamó “Un perro enfermo callejero” ató a un perro de la calle y no le dio comida ni agua hasta que murió. Me pareció tan aberrante que hice una performance en repudio a eso. Usé un perro de juguete y le di de comer y de tomar. Para mi debe haber algo claro para cualquier artista y es el no lastimar o utilizar un ser vivo que no puede decidir estar ahí o no. No sé si esta performance de Vargas es real o no, puede ser que lo haya divulgado para hacerse prensa, porque incluso a partir de esto lo invitaron a un congreso, pero de todas formas quise responder a semejante acto de crueldad.
-Cuál es tu límite en una performance?
- Es algo que nos preguntamos todos los artistas creo, cuál es el límite del arte. En mi caso, por ahora, mi único límite es no morirme en medio de una muestra.
Durante cuatro años hice una performance llamada Asfixia, en la que representaba esta sensación desde distintos lugares. Cuando estuve en el Teatro Luna de Córdoba, me envolví toda la cabeza con cinta y en una punta la prendí fuego con un fósforo. La idea era que se quemara sólo un pedacito de cinta pero se empezó a prender fuego cada vez más por el material de la cinta, hasta que un artista que estaba en el público vino y la apagó. Si hubiera sido por mi, tal vez no la apagaba en ese momento, pero la gente del público empezó a asustarse al punto que vino este artista y la apagó. Ahí me di cuenta que ya era hora de que dejara de hacer esa performance porque en cualquier momento me terminaba asfixiando en serio.
-Participaste del proyecto SOS Tierra junto al artista Daniel Acosta. ¿Cómo llegaste a este proyecto?
-A Daniel Acosta lo conozco hace mucho tiempo, somos un grupo de artistas que si bien no trabajamos juntos, que cada vez que surge un proyecto nos llamamos y ahí estamos. A Daniel se le ocurrió esto de acercar el arte a la ecología y despegarla de ese estereotipo al que estamos acostumbrados, no sé Greenpeace por ejemplo y la verdad me interesó mucho la idea, así que en Abril estaré ahí en la bicicleteada (N d R: El Proyecto SOS Tierra realizará una bicicleteada con el lema Arte acción y ecobicicleteada desde Capital Federal hasta la localidad de Hudson el día 26 de Abril)
La verdad no fue fácil que muchos artistas aceptáramos tratar el tema de la ecología, porque no queremos quedar pegados a un sólo tema. Pero sabiendo que lo organizaba Daniel yo dije que si enseguida. Con él además estamos organizando, esto es una primicia eh, una Bienal para el año 2009, la primera que se haría en Argentina, esperemos que salga bien.
-¿Me podès contar más acerca de la Bienal?
-La idea es invitar a varios artistas de Latinoamérica para que cada uno haga una performance del tema que quiera, pero mucho más no puedo contar porque estamos en plena organización.
-Uno de los temas que tratas en tus performance es el de los detenidos desaparecidos. ¿Por qué elegiste este tema?
- En realidad trato varios temas en mis muestras. Hice muestras de las victimas de Cromagnon, Asfixia que lo presenté durante cuatros años. Cuando se cumplió el año de la desaparición de Julio López me pareció que una forma de que la sociedad se diera cuenta de que estábamos volviendo a sufrir lo mismo que en la dictadura, era haciendo una performance sobre los desaparecidos y mucho más porque los artistas siempre fuimos perseguidos por los distintos gobiernos. Para darte un ejemplo, en Uruguay hubo un artista que fue detenido ilegalmente y que fue liberado gracias a las cartas enviadas por artistas de uruguayos, argentinos y de otros países. Él mismo dice que si no fuera por el arte estaría muerto.
-¿Hubo algún tema al que le dedicaste una performance y que te haya costado más hacerla?
-Cuando estaba preparando la performance sobre las víctimas de Cromagnon estaba sentada con un grupo de padres de los chicos que perdieron la vida en la tragedia y recortando los 194 papelitos que iban a representar a los chicos, la verdad que eso fue muy fuerte, pensar que cada uno de esos papeles representaba un ser humano, una vida, un hijo, un padre. Encima fue justo en el momento que asumió Ibarra y liberaron a Chabán, parecía una broma de mal gusto. Eso fue algo que me costó mucho.
-Hiciste presentaciones en varios países ¿La recepción es la misma que en Argentina o tiene un público más masivo?
-Depende en cual, pero en la mayoría es similar a la Argentina. Hace varios meses estuve en Uruguay y Chile coordinando lo que nosotros llamados Arte Correo, se trata de varios artistas que enviamos por correo fotos de performance y de esta forma divulgamos nuestro arte. Esta muestra que coordiné tenía que ver con un pedido de aparición con vida de Jorge Julio López. Ni en Chile ni Uruguay sabían quien era Julio López y a partir de esta muestra empezaron a hacer preguntas o a interesarse en el tema. Donde por ahí es un poco más “masivo” es en el interior, pero tiene que ver con la cantidad de habitantes del lugar y la facilidad que se tiene para conseguir un lugar para hacer la muestra. Acá en Buenos Aires es todo más difícil porque siempre esta todo ocupado.
Hay algo que admiran los artistas extranjeros de los argentinos y es el respeto que nos tenemos. Siempre tratamos de no superponer fechas o sacarle el lugar a otro, algo que por ahí no pasa en todos lados.
-¿Por qué crees que no se le da tanta difusión a este tipo de arte?
-Y porque no se vende. La performance no es lo mismo que un cuadro que lo expones y ahí queda por días, la performance es algo de un momento. Hay un artista de acá, de Quilmes que hizo su performance dibujando un círculo alrededor de una persona que estaba parada en la calle. La muestra consistía simplemente en eso, en la representación de un monumento viviente, es decir, el que no lo vio en ese momento ya no puede verlo, ya no es lo mismo. El Gobierno no pondría un peso para algo así.
-¿Por qué crees que desde el Gobierno no se fomenta este tipo de Arte?
-Y no son tontos, saben que a los artistas no los puede controlar y en cualquier momento te hacemos una performance en contra de alguna decisión del Gobierno, y encima no es comercial, no ganan nada.
¿Qué opinión tenes sobre aquellos que piensan que los artistas están todos locos?
-(Risas) y muy equivocados supongo que no están. Pero a veces me pasa que estoy haciendo una performance y hay gente del público que viene por primera vez y los vez que miran con cara de estar pensando que estoy loca, pero cuando termino se acercan y me terminan diciendo que les gustaría animarse a hacer algo así, salir de esa rutina en la que viven y expresarse con la libertad con la que yo me expreso. Así que supongo que todos estamos un poco locos pero solamente algunos nos animamos a mostrarlo.
Los artistas solemos utilizar el arte para trabajar sobre alguna debilidad también. Para que entiendas, yo soy asmática e hice una performance llamada Asfixia, donde metía mi cabeza en un cubo o bajo la tierra. Hay un artista chileno que sufre de diabetes y en todas sus muestras aparecen agujas. Es nuestra forma de hacer terapia.
-¿En Argentina, se puede vivir del Arte?
-Sí, yo creo que si. Bueno yo no podría vivir sin el arte, pero no en lo económico, no sé, no contemplo mi vida sin el arte. Pero en lo monetario, hay algunos que te pagan por las muestras otros que no. Por ahí te invitan a algún Congreso y te pagan los viáticos, el hotel y por la muestra en sí, pero es difícil…
UNA ARTISTA CON GRAN PERFORMANCE
Claudia Ruiz Herrera es creadora, docente e investigadora personal en historia del arte de performance y fotoperformance. Nació en 1975 en la localidad de Quilmes. Vive y enseña en Florencio Varela y desde 1985 expone sus obras en el país y en el extranjero. Formó parte del proyecto liderado por el artista Daniel Acosta, SOS Tierra, participó de varios encuentros internacionales de arte performance y coordinó la muestra de arte correo “Jorge Julio López, Aparición con vida. ¡Ya!.
-¿Podrías contarme que es el arte performance?
-El arte performance surge en las décadas del ‘60-‘70, y volvió en los noventa con mucha fuerza. En la mayoría de los casos es utilizado como respuesta a la performance de otros artistas o a artistas de otros géneros. También se utiliza para homenajear autores. En la performance se utiliza todo el cuerpo y por eso es más completo que la danza o el teatro. En realidad es una mezcla de ambos pero mucho más completo. Muchos artistas que vienen de la danza usan más el cuerpo en las muestras, porque tiene más flexibilidad; y los que vienen del teatro usan otros elementos y juegan más con el tema de las luces, los sonidos. Cuando hago performance pongo mi cuerpo ahí y me expreso, respondo a algo o me meto en algún tema que me interesa por algo
-¿Por qué elegiste el Arte Performance y no otra rama del arte para expresarte?
Para mí el arte performance es mi forma de vida, no contemplo mi vida sin la performance. Es diferente a la pintura o la escultura, eso es algo que uno hace y así queda, pero la performance es algo vivo, algo que surge en el momento y es imposible de repetir. Para darte un ejemplo, hace un tiempo hice una performance en repudio a un artista de Nicaragua, Guillermo Vargas que en una presentación que se llamó “Un perro enfermo callejero” ató a un perro de la calle y no le dio comida ni agua hasta que murió. Me pareció tan aberrante que hice una performance en repudio a eso. Usé un perro de juguete y le di de comer y de tomar. Para mi debe haber algo claro para cualquier artista y es el no lastimar o utilizar un ser vivo que no puede decidir estar ahí o no. No sé si esta performance de Vargas es real o no, puede ser que lo haya divulgado para hacerse prensa, porque incluso a partir de esto lo invitaron a un congreso, pero de todas formas quise responder a semejante acto de crueldad.
-Cuál es tu límite en una performance?
- Es algo que nos preguntamos todos los artistas creo, cuál es el límite del arte. En mi caso, por ahora, mi único límite es no morirme en medio de una muestra.
Durante cuatro años hice una performance llamada Asfixia, en la que representaba esta sensación desde distintos lugares. Cuando estuve en el Teatro Luna de Córdoba, me envolví toda la cabeza con cinta y en una punta la prendí fuego con un fósforo. La idea era que se quemara sólo un pedacito de cinta pero se empezó a prender fuego cada vez más por el material de la cinta, hasta que un artista que estaba en el público vino y la apagó. Si hubiera sido por mi, tal vez no la apagaba en ese momento, pero la gente del público empezó a asustarse al punto que vino este artista y la apagó. Ahí me di cuenta que ya era hora de que dejara de hacer esa performance porque en cualquier momento me terminaba asfixiando en serio.
-Participaste del proyecto SOS Tierra junto al artista Daniel Acosta. ¿Cómo llegaste a este proyecto?
-A Daniel Acosta lo conozco hace mucho tiempo, somos un grupo de artistas que si bien no trabajamos juntos, que cada vez que surge un proyecto nos llamamos y ahí estamos. A Daniel se le ocurrió esto de acercar el arte a la ecología y despegarla de ese estereotipo al que estamos acostumbrados, no sé Greenpeace por ejemplo y la verdad me interesó mucho la idea, así que en Abril estaré ahí en la bicicleteada (N d R: El Proyecto SOS Tierra realizará una bicicleteada con el lema Arte acción y ecobicicleteada desde Capital Federal hasta la localidad de Hudson el día 26 de Abril)
La verdad no fue fácil que muchos artistas aceptáramos tratar el tema de la ecología, porque no queremos quedar pegados a un sólo tema. Pero sabiendo que lo organizaba Daniel yo dije que si enseguida. Con él además estamos organizando, esto es una primicia eh, una Bienal para el año 2009, la primera que se haría en Argentina, esperemos que salga bien.
-¿Me podès contar más acerca de la Bienal?
-La idea es invitar a varios artistas de Latinoamérica para que cada uno haga una performance del tema que quiera, pero mucho más no puedo contar porque estamos en plena organización.
-Uno de los temas que tratas en tus performance es el de los detenidos desaparecidos. ¿Por qué elegiste este tema?
- En realidad trato varios temas en mis muestras. Hice muestras de las victimas de Cromagnon, Asfixia que lo presenté durante cuatros años. Cuando se cumplió el año de la desaparición de Julio López me pareció que una forma de que la sociedad se diera cuenta de que estábamos volviendo a sufrir lo mismo que en la dictadura, era haciendo una performance sobre los desaparecidos y mucho más porque los artistas siempre fuimos perseguidos por los distintos gobiernos. Para darte un ejemplo, en Uruguay hubo un artista que fue detenido ilegalmente y que fue liberado gracias a las cartas enviadas por artistas de uruguayos, argentinos y de otros países. Él mismo dice que si no fuera por el arte estaría muerto.
-¿Hubo algún tema al que le dedicaste una performance y que te haya costado más hacerla?
-Cuando estaba preparando la performance sobre las víctimas de Cromagnon estaba sentada con un grupo de padres de los chicos que perdieron la vida en la tragedia y recortando los 194 papelitos que iban a representar a los chicos, la verdad que eso fue muy fuerte, pensar que cada uno de esos papeles representaba un ser humano, una vida, un hijo, un padre. Encima fue justo en el momento que asumió Ibarra y liberaron a Chabán, parecía una broma de mal gusto. Eso fue algo que me costó mucho.
-Hiciste presentaciones en varios países ¿La recepción es la misma que en Argentina o tiene un público más masivo?
-Depende en cual, pero en la mayoría es similar a la Argentina. Hace varios meses estuve en Uruguay y Chile coordinando lo que nosotros llamados Arte Correo, se trata de varios artistas que enviamos por correo fotos de performance y de esta forma divulgamos nuestro arte. Esta muestra que coordiné tenía que ver con un pedido de aparición con vida de Jorge Julio López. Ni en Chile ni Uruguay sabían quien era Julio López y a partir de esta muestra empezaron a hacer preguntas o a interesarse en el tema. Donde por ahí es un poco más “masivo” es en el interior, pero tiene que ver con la cantidad de habitantes del lugar y la facilidad que se tiene para conseguir un lugar para hacer la muestra. Acá en Buenos Aires es todo más difícil porque siempre esta todo ocupado.
Hay algo que admiran los artistas extranjeros de los argentinos y es el respeto que nos tenemos. Siempre tratamos de no superponer fechas o sacarle el lugar a otro, algo que por ahí no pasa en todos lados.
-¿Por qué crees que no se le da tanta difusión a este tipo de arte?
-Y porque no se vende. La performance no es lo mismo que un cuadro que lo expones y ahí queda por días, la performance es algo de un momento. Hay un artista de acá, de Quilmes que hizo su performance dibujando un círculo alrededor de una persona que estaba parada en la calle. La muestra consistía simplemente en eso, en la representación de un monumento viviente, es decir, el que no lo vio en ese momento ya no puede verlo, ya no es lo mismo. El Gobierno no pondría un peso para algo así.
-¿Por qué crees que desde el Gobierno no se fomenta este tipo de Arte?
-Y no son tontos, saben que a los artistas no los puede controlar y en cualquier momento te hacemos una performance en contra de alguna decisión del Gobierno, y encima no es comercial, no ganan nada.
¿Qué opinión tenes sobre aquellos que piensan que los artistas están todos locos?
-(Risas) y muy equivocados supongo que no están. Pero a veces me pasa que estoy haciendo una performance y hay gente del público que viene por primera vez y los vez que miran con cara de estar pensando que estoy loca, pero cuando termino se acercan y me terminan diciendo que les gustaría animarse a hacer algo así, salir de esa rutina en la que viven y expresarse con la libertad con la que yo me expreso. Así que supongo que todos estamos un poco locos pero solamente algunos nos animamos a mostrarlo.
Los artistas solemos utilizar el arte para trabajar sobre alguna debilidad también. Para que entiendas, yo soy asmática e hice una performance llamada Asfixia, donde metía mi cabeza en un cubo o bajo la tierra. Hay un artista chileno que sufre de diabetes y en todas sus muestras aparecen agujas. Es nuestra forma de hacer terapia.
-¿En Argentina, se puede vivir del Arte?
-Sí, yo creo que si. Bueno yo no podría vivir sin el arte, pero no en lo económico, no sé, no contemplo mi vida sin el arte. Pero en lo monetario, hay algunos que te pagan por las muestras otros que no. Por ahí te invitan a algún Congreso y te pagan los viáticos, el hotel y por la muestra en sí, pero es difícil…
Reflexión sobre el género entrevista (fragmento)
Importantes debates surgen a partir de este género y el uso que se hace de él en los medios de comunicación actuales, y por qué no de todos los tiempos. Pocos argentinos podremos olvidarnos de la entrevista realizada por el cuestionado periodista Bernardo Neustadt al entonces presidente de facto Jorge Rafael Videla en el año 1977. Sin lugar a dudas este encuentro dejó de lado la verdadera esencia del género y se transformó en una de las peores escenas periodísticas de la época.
miércoles, 9 de abril de 2008
No tolero más tanta intolerancia
A comienzos de esta semana, y gracias a una terrible faringitis que me obligó a estar todo un día en la cama, vi como la televisión en todos sus canales y todos sus programas, quería mostrarnos esa gran "novedad" llamada "Violencia en las escuelas". Lo primero que observé fue como de repente aparecía un caso tras otro de chicos que habían sido agredidos por compañeros de clase o alumnos de otras escuelas, y lo primera pregunta que me surgió fue ¿Acaso esto comenzó a suceder esta semana?, es decir, ¿De repente el día lunes todos los adolescentes se levantaron con ganas de golpear a otros?. No fue dificil entender que el manejo de la televisión no hace más que elegir un tema y comenzar a presentarnos uno y mil casos similares, hasta que un buen día simplemente deja de suceder, sin ir tan lejos en el tiempo, algo que sucedió con los secuestros y todas sus variantes.
Luego de analizar el por qué del bombardeo mediático, decidí reflexionar acerca de los origenes de esta violencia, sin dejar de lado el hecho de que las peleas entre alumnos siempre existieron y tal vez nunca dejen de existir. Sin embargo, hay algo innegable y es el grado de violencia, el cual creció y mucho en los últimos años.
En el mismo momento en el que estaba analizando esta situación, abrí mi casilla de mail y me encontré con una seguidilla de correos en los que se discutía acerca de un comentario realizado por un alumno y el "enojo" de un compañero por la cantidad de mails recibidos, los cuales en su mayoría no parecían contener temas importantes, según su criterio. Al terminar de leer esos diálogos me di cuenta que ahí teniamos unos de los ejes centrales de la violencia, y no solo en las escuelas: La intolerancia. Incluso yo misma al leer los mails comencé a ofuscarme por tener mi correo lleno y ver como personas, ya no tan adolescentes discutían en la web sobre cuestiones que nada tenían que ver con la materia que los une.
Sin lugar a dudas, todos los días tenemos ese tipo reacciones basadas simplemente en el no tolerar un pensamiento, una reacción distinta a las nuestras. Nos molesta que haya gente que tenga tiempo para escribir diez mails en un día, cuando algunos apenas tenemos tiempo de abrir la casilla, como si el tener tiempo de hacerlo fuera un pecado. No toleramos a aquellos que reclaman por algo que consideran justo, pero cuando nos toca a nosotros no toleramos que no nos permitan protestar.
Entonces me pregunto, no deberíamos ser un poco más tolerantes, incluso con los intolerantes?
Luego de analizar el por qué del bombardeo mediático, decidí reflexionar acerca de los origenes de esta violencia, sin dejar de lado el hecho de que las peleas entre alumnos siempre existieron y tal vez nunca dejen de existir. Sin embargo, hay algo innegable y es el grado de violencia, el cual creció y mucho en los últimos años.
En el mismo momento en el que estaba analizando esta situación, abrí mi casilla de mail y me encontré con una seguidilla de correos en los que se discutía acerca de un comentario realizado por un alumno y el "enojo" de un compañero por la cantidad de mails recibidos, los cuales en su mayoría no parecían contener temas importantes, según su criterio. Al terminar de leer esos diálogos me di cuenta que ahí teniamos unos de los ejes centrales de la violencia, y no solo en las escuelas: La intolerancia. Incluso yo misma al leer los mails comencé a ofuscarme por tener mi correo lleno y ver como personas, ya no tan adolescentes discutían en la web sobre cuestiones que nada tenían que ver con la materia que los une.
Sin lugar a dudas, todos los días tenemos ese tipo reacciones basadas simplemente en el no tolerar un pensamiento, una reacción distinta a las nuestras. Nos molesta que haya gente que tenga tiempo para escribir diez mails en un día, cuando algunos apenas tenemos tiempo de abrir la casilla, como si el tener tiempo de hacerlo fuera un pecado. No toleramos a aquellos que reclaman por algo que consideran justo, pero cuando nos toca a nosotros no toleramos que no nos permitan protestar.
Entonces me pregunto, no deberíamos ser un poco más tolerantes, incluso con los intolerantes?
lunes, 31 de marzo de 2008
Solo el inicio
Durante todo este tiempo estuve escapando de los blogs, fotologs, SpaceLive y todo aquello que implique volcar en la red mi estados de ánimos, datos de mi entorno, situaciones de mi vida etc. los cuales reservo sólo para mi entorno más cercano. Sin embargo, aquí llegó el momento, aquí llegó el Seminario que logró incertarme en este mundo loco de la web. Sólo puedo comprometerme a hacerlo de la forma más digna posible, algo es algo no?
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