sábado, 21 de junio de 2008

Esa moneda

Un ventanal envuelto con cortinas blancas y llenas de flores. El fuego de una vieja estufa da una sensación agradable a pesar del frío que puede sentirse a través de la ventana.
Mi madre se encuentra sentada frente a mí. Ni ella ni yo pronunciamos una sola palabra. La habitación parece conocida, se asemeja a aquella casa de mi infancia. Miro cada detalle para intentar comprender la escena, pero no lo logro. Tengo una profunda sensación de incertidumbre, no comprendo que hago allí, porqué regresé a ese lugar al que no quiero volver.
De repente aparece otro personaje al que no es posible verle el rostro, se encuentra de espaldas y con una capucha en su cabeza. Le pregunto a mi madre quién es ese hombre pero no me responde.
Comienzo a experimentar una gran angustia, un fuerte temor frente a esta situación tan confusa. El hombre continúa sin darse vuelta y mostrar su rostro a pesar de mi llamado. Observo detenidamente cada objeto tratando de identificar el lugar y de repente ya no parece ser la misma habitación. Esta vez se trata del living de mi nueva casa. Las paredes están pintadas de un color diferente pero aún así parece ser mi hogar. Un pequeño mueble lleno de retratos hace más familiar aún la habitación. Camino hacia esos cuadros para ver la imagen que hay en las fotos, pero no son aquellas que imaginé sino fotos de personas que no conozco. La escalera que conduce a las habitaciones se ve algo diferentes, sus escalones están cubiertos de una alfombra verde, como aquella que tenía cuando entre a la casa por primera vez.
Escucho ladridos de perros y me asomo por la ventana que se encuentra al final de la habitación. Busco a los animales pero no logro encontrarlos. De repente ya no se oyen y el silencio reina en el lugar. Dejo de mirar por la ventana y cuando giro mi cabeza me encuentro nuevamente con mi madre sentada en un extremo de la mesa junto a ese personaje misterioso al que no le he podido ver su rostro. Pregunto de quién se trata y esta vez recibo una respuesta de mi madre, que me dice que trata de mi hermano. ¿Qué hace ahí sentado y con esa capucha? Le pregunto. Me mira fijamente y sólo se sonríe. Dejo de sentir esa sensación de incertidumbre y el temor aumenta rápidamente. Comienzo a pronunciar el nombre de mi hermano repetidamente hasta que logro que gire su cabeza. Esta vez sí puedo verle el rostro y compruebo que se trata de él, aunque al parecer unos años más joven de lo que es actualmente. ¿Qué haces así? Le pregunto. “Mirá como me destrozaron la moneda” me dice. Su respuesta no hace más que confundirme. Sigo sin entender lo que sucede. ¿Qué moneda? ¿De qué hablas? Abre su mano y me muestra una moneda vieja, esas que ya no sirven y repite la misma frase “Mira como me destrozaron la moneda”. Trato de entender qué es lo que intenta decirme y miro a mi madre intentando encontrar respuesta, sin embargo sólo sonríe. La sensación de incertidumbre me invade. Me acerco a mi hermano y le repito “No te entiendo. ¿De qué hablas? Esa moneda no sirve. ¿Quién le hizo eso a la moneda? ¿Por qué estás así? Al no recibir respuestas, comienzo a ponerme nerviosa, su mirada me asusta. En ese mismo momento despierto con esa misma sensación de angustia, sin embargo comprendo la situación, se trataba sólo de un sueño.

1 comentario:

Celia Güichal dijo...

La consigna proponía no trabajarlo como sueño, pero de todas maneras, hay una buena reconstrucción del clima onírico.
saludos,
Celia