Son las 9 de la mañana y el termómetro marca 20 grados centígrados a pesar de estar transitando los últimos 15 días del mes de mayo. Abro la entrevista que le realicé a Claudia Ruiz Herrera, una "artista" performance hace ya varios días. El problema a tratar no fue difícil de decidir, sólo tuve que remontarme a aquella sensación que experimenté al momento de mantener la charla. El tema giró en torno a mi cuestionamiento acerca de esta disciplina y si es posible clasificarla como verdadero arte.
El primer dato que estaba seguro no debía faltar era el de la muestra realizada en Nicaragua, la que tuvo como resultado la muerte de un animal callejero. Creo que fue en ese momento donde el rechazo hacia este tipo de "arte" me fue inevitable.
Mientras pasaban las horas y la crónica avanzada tomé varios de los folletos que me entregó mi entrevistada y observé detenidamente las fotos de las performance. Hice todo mi esfuerzo para comprender lo que allí se quería mostrar, sin embargo no lo logré. ¿Qué significa un hombre lleno de barro?¿Es posible que una mujer colgada de un árbol tenga algún objetivo?
Luego de concluir mi crónica sin demasiado inconveniente recordé cual fue la consigna inicial de la entrevista, Arte y transformación e inmediatamente me pregunté ¿Es posible que el arte performance transforme algo en realidad?. No pude responder la pregunta.
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