Mi intención en las próximas líneas no será resolver este interrogante, sino por el contrario, plantear distintas posiciones polémicas al respecto para alimentar aún más esta discusión.
El periodista Gonzalo Sanchez, quien escribió la crónica titulada Los dueños del fin del mundo, en el libro La Argentina Crónica, Historias reales de un país al límite; responde acerca de cuáles son los límites éticos o metodológicos a la hora de investigar una historia para contarla, “No matarás”. Uno puede preguntarse entonces, qué cantidad de cosas es capaz de hacer este periodista para recaudar información para una crónica. ¿Acaso mentir, engañar, robar, no son límites que todo periodista debería tener? En la respuesta de Sanchez parecen no estar incluidos estos actos como acciones faltas de ética.
En otra esfera, Carolina Reymúndez, una licenciada en Ciencias de la Comunicación y escritora de la crónica Operación Ja Ja, en el mismo libro, contesta frente a esta pregunta “Creo que en la crónica periodística no existen límites establecidos ni soluciones exactas, como en las matemáticas. Cada cronista maneja sus propios límites cuando escribe y, por lo general, son los mismos que usa para su vida. Esta respuesta traería aparejado un conflicto con lo respondido por Gonzalo Sanchez, ya que si la frontera para éste estará dada por la ética que utiliza en su vida, “no matarás”, parece ser un tope demasiado amplio.
Una respuesta similar a la de Reymúndez, nos da Josefina Licitra, quien es responsable de la crónica llamada Y parirás con dolor, que relata nada menos que una de las historias más polémicas de la Argentina, acerca del caso de Romina Tejerina, una joven nacida en la provincia de Jujuy que mató de diecisiete puñaladas a su bebé recién nacido, el cual era producto de una presunta violación. Ella nos dice “Existen los mismo límites que uno se impone en la vida diaria. La ética es personal, y uno la lleva consigo al trabajo. Creo que lo más importante es no escribir para hacer daño, sino para contar una historia. Y después, sí, para ser fiel a la historia quizás haya que traicionar a los protagonistas (no decir lo que ellos esperan que digamos), pero no creo que eso sea repudiable. Hay, en el periodismo, y aunque parezca contradictorio, una ética de la traición que es bastante saludable.
Vuelvo al mismo punto de conflicto entonces, si la ética del cronista estará dada por los mismos límites utilizados en su vida personal, Licitra nos está diciendo que considera éticamente correcto contar un secreto que le ha confiado un amigo y que espera no revele. O bien, no decir aquello que ese amigo espera que él cuente. Por otra parte, nos enfrentamos a una contradicción en su respuesta, ya que por un lado considera que no debería ser repudiable el hecho de traicionar a los protagonistas de una historia, y al mismo tiempo sostiene que lo más importante es no escribir para hacer daño.
¿No es hacer daño hacer pública información que estos personajes desean que no sea revelada?
Sin embargo, esto puede ser enmarcado en lo que nos dice la escritora Ana María Amar Sanchez en su libro El relato de los hechos, cuando sostiene que lo real resulta siempre “traicionado” por el texto y que no es posible “reproducir fielmente” los hechos: la manera de organizar, recortar y seleccionar el material y que en todos los casos esto constituirán un modo de acercamiento y sólo una versión de los hechos.
Hernan Brienza, quien escribió la crónica A caballo de la fe, es quizás aún más tajante en su respuesta en cuanto a los límites éticos, cuando responde “Definitivamente ninguno. No hay otro límite que el que uno decide ponerse. Es una conversación de uno con su propio estómago” Si continuamos con la misma línea de reflexión, acerca de las limitaciones y su semejanza con las que cada uno usa en su propia vida, es un tanto difícil pensar en que ese límite sólo estará dado por lo que uno decide, desconociendo así cuestiones universales.
Sin embargo, en este punto no debemos olvidarnos de cual es la definición de la palabra ética, la cual proviene del griego ethos, que significa costumbre. Y allí es donde nos metemos aún más en el debate acerca de este tema, es decir, de cuáles son las “costumbres” dentro del ámbito periodístico, de querer acotarlo, entre los cronistas argentinos. Quizás la falta de orilla en la investigación periodística, y en la forma de contar la historia sea lo “normal”, lo políticamente correcto dentro del género. A su vez, es necesario diferenciar la ética de la moral, ya que en este último caso nos referimos a un conjunto de normas que se transmiten de generación en generación y que no siempre se asemejan a las normas de otras sociedades. Mientras que la ética estará más asociada con reglas establecidas en la mentalidad de cada individuo.
Desde esta diferenciación es posible sostener que lo que existe en realidad es una disputa entre la moral de quien investiga y la del lector, que no siempre irán de la mano. A partir de esto que encontraremos respuestas como la dada por el periodista Pablo Plotkin que dice “Los límites que indiquen la sensibilidad y la honestidad del narrador (…)” Es decir, esto no significa que deberá coincidir necesariamente con la ética del lector.
Juan José Saer dice en su artículo llamado El concepto de ficción que aún cuando exista una real intención de veracidad existirán obstáculos para lograr una plena objetividad, ya que nuestro relato siempre estará sujeto a la autenticidad de nuestras fuentes y a nuestro criterio interpretativo. Esta falta de objetividad también la experimentaremos como lectores de esas historias y de allí que surgirán inevitablemente, y especial frente aquellos casos que son puesto bajo la lupa de la opinión pública, debates acerca de la moral de quien es encargado de relatar ese suceso.
Algo más alejado de las respuestas presentadas hasta aquí, es la que da el periodista Emilio Fernández Cicco autor de En campaña con Duhalde y Ortega, “El dilema de los limites es terreno de la justicia. Y de los puños”, mostrando así que sus relatos no se verán acotados por ningún tipo de normativa.
Por último debo citar los dichos del escritor Esteban Schmidt quien dice al respecto “El límite más obvio en la Argentina es que nadie, ninguna empresa, ninguna cooperativa u ONG para el tiempo que lleva hacer las cosas. Eso en principio limita mucho la agenda porque los periodistas pueden narrar sobre una muy escasa gama de posibilidades, siempre atada además a no complicar la relación de esos medios con los anunciantes. Una de las derivaciones éticas que esto tiene es que los medios naturalizaron las crónicas sobre la miseria (…)
Nos encontramos con un debate más profundo aún, no sólo en lo referido a los límites morales de quien investiga acerca de una historia para luego relatarla mediante una crónica, sino de quienes manejan el negocio del periodismo y que en muchas ocasiones son los que le ponen las limitaciones acerca de lo que puede o debe ser investigado. Algo que no siempre se tiene en cuenta a la hora de leer una crónica, la cual queda asociada de forma directa con quien la escribió.
Por último creo que es necesario ver otra de las aristas de la problemática planteada y tiene que ver con la ética o moral del suceso y los protagonistas propios de cada historia. Esto muchas veces queda desdibujado en el cuestionamiento realizado acerca de quien relata el hecho. Volviendo a uno de los periodistas citados, en este caso la autora de Y parirás con dolor, Josefina Licitra, la cual escribe acerca del caso Romina Tejerina, no hace más que relatar un suceso espeluznante sucedido hacia algunos años en el norte argentino. Quizás sea más sencillo detenernos en cuestionar los límites éticos o morales del relato, sin embargo, la cronista no hace más que relatar un hecho real, el asesinato de un recién nacido por parte de su madre, que fue presuntamente violada por su vecino a la salida de un boliche del pueblo. Me pregunto entonces, si es posible relatar una historia de estas características de alguna otra forma, que no sea simplemente contando los sucedido. Me pregunto, si los límites éticos pueden ser analizados a partir de quien relata o si en realidad debemos analizarlos a partir de los protagonistas de la historia.
En cualquier de los dos casos, es decir, tanto si nos referimos a la ética como un conjunto de normas creadas por la mente de cada individuo. O si nos referimos a la moral, al grupo de leyes estipuladas por cada sociedad. En ambos casos, será muy difícil arribar a una verdad absoluta acerca de cuáles son los límites sean éticos o morales al momento de investigar, de relatar una historia. Simplemente porque los puntos de vistas serán tantos como protagonistas y lectores existan. Cada uno de acuerdo a su historia, a sus costumbres y a su ideología, estará o no de acuerdo con ello. E incluso una misma persona en el transcurso de su vida y a través de sus propias vivencias, experimentará cambios en su modo de ver e interpretar un relato. Del mismo modo, un escritor, un periodista ampliará o reducirá sus limitaciones en distintas etapas de existencia.
¿Qué límites éticos existen a la hora de investigar una historia para contarla entonces? Dependerá de cada sociedad, de cada narrador, de cada protagonista y por qué no, de cada lector.
Bibliografia
- La argentina crónica. Historias reales de un país al límite. Selección de Maximiliano Tomas. Prólogo de Martín Caparrós.
- AMAR SÁNCHEZ, Ana María, “El género de no ficción: un campo problemático” en El relato de los hechos. Rodolfo Walsh: testimonio y escritura.
- SAER, Juan José, “El concepto de ficción”, en El concepto de ficción, Buenos Aires, Ariel, 1996.
1 comentario:
Importante: incluir referencias bibliográficas.
saludos,
Celia
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